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Herbario _ Víctor Hugo Martín Caballero Desde el 9 de abril de 2021
Aunque es de noche A causa de la oscuridad y la profundidad de los mares muchos organismos producen luz. El mero contacto con cualquier otra criatura u objeto, o el simple movimiento del agua, provoca en ellos ese efecto que se conoce con el nombre de bioluminiscencia y que es una estrategia para defenderse o atraer a otras presas. Estas fotografías hablan de una luz semejante, una luz que nace en las aguas oscuras de la memoria. Sus imágenes proceden de un herbario de los años setenta, formado por dos cuadernos escolares. El fotógrafo encuentra esos cuadernos en una casa abandonada, de cuyos antiguos inquilinos sabe a través de sus padres. Su autora es una joven estudiante de biología que fue recogiendo en ellos muestras de las plantas locales, y anotando a sus pies, junto a sus nombres, el de los lugares donde fueron halladas. Son especies que también el fotógrafo conoce, y que se detiene a mirar como si fueran los últimos vestigios de un mundo desaparecido. Barthes dice que la fotografía es el arte de la ausencia, porque siempre nos muestra algo que ha dejado de ser. Pero en estas fotografías asistimos al diario de una resurrección. Y bien podemos imaginar el momento en que el fotógrafo, tras encontrar los cuadernos, atraído por algo que de momento no entiende, se los lleva con él y los guarda en su casa. Y cómo una noche, en la soledad de su cuarto, los abre y se detiene a observarlos, y al ver los restos de las plantas y hojas que atesoran, la perfecta caligrafía que fija sus nombres, el esmero que se ha puesto al hacerlo, comprende que todo lo que ve habla de esos cuidados de la mirada y la mano que son propios del amor, como si antes que estar cumpliendo con una tarea académica la joven hubiera querido construir una pequeña arca donde guardar las semillas de lo que no debe morir.
Y el fotógrafo decide continuar con esa tarea sin saber por qué. Tal vez porque las plantas que ahora contempla son las mismas que él ha visto muchas veces de niño, ya que el pueblo y los lugares de su infancia es el mismo pueblo y son los mismos lugares que aquellos en que la joven las recogió. Unas imágenes que ahora regresan de esa noche que es su memoria, y que al contacto con su mirada desprenden luz, dando lugar a ese fenómeno de la bioluminiscencia propio de los organismos que habitan las profundidades marinas. Y eso hace que tales imágenes parezcan venir de uno de esos mundos líquidos y áfonos de las ciénagas y los pozos, de los fondos marinos, del mundo de la oscuridad, pues ¿no es la memoria una noche inacabable? Pero el fotógrafo no se conforma con una visión quimérica como la que se da en los sueños o en las figuraciones de la imaginación, sino que quiere esa luz que tiene el poder de recobrar lo perdido. No tengo nada que ofrecerte que no
sea Escribe el poeta chino Yuan Zhen. Y algo así le dice el fotógrafo a la joven desconocida que recogió las plantas. Mas si es de noche, ¿para qué quiere tener los ojos abiertos? ¿Se puede ver en la oscuridad? Como los antiguos alquimistas, el fotógrafo busca en la noche la fuente escondida que le permita transformar la oscuridad en luz, pues un mundo sin resurrección es un mundo de fantasmas. Su origen no lo sé, pues no le
tiene, Una fuente que mana en la noche oscura de su memoria, tal es la búsqueda que emprende el fotógrafo. Aquí se está llamando a las
criaturas Repite, sin saberlo, recordando a san
Juan.
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