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Mitología encontrada _ Luis Cruz Hernández 24.11.2016 - 14.01.2017
De entre todas las cosas que han motivado a Luis Cruz a pintar, hay una parte que se mantiene y que es su capricho: un decir sí al juego y a las leyes que lo conforman. Pues pintar es un juego y un lenguaje, cuando el jugador educa sus manos y su lengua para conocer los límites de lo que puede tocar y saborear; pero sólo así, el pintor puede dejarse llevar por tiradas de dados o puede usarlos a su antojo. Pintar, en cierta medida, implica abandonarse a sí mismo y, por eso, también facilita el enmascaramiento, desplazando la personalidad: de ahí que no hay un solo Luis Cruz, pues él tampoco es el único factor causal de sus obras; más bien, Luis Cruz es sus objetos o las formas que lo acompañan; los recuerdos que le acotan, aunque comparta sus sueños y él no intervenga en ellos, sino que éstos jueguen con él. Al enmascararse, Luis se despliega en cientos de pliegues y deja que sus tesoros privados sean más Luis que él. Pienso aquí en sus muñecos, recortables, libros, discos o peonzas que forman su constelación personal y que hablan con mayor poder de lo que alcanza su mudez; un silencio, por el contrario, intencionado. Él no es su pintura, del mismo modo que él no es sus máscaras; la hace, la construye, se las pone; se adentra en el cuadro tan pronto como se retira, pues un padre no es su hijo, aunque sus miradas se correspondan. Pero ese es el regalo y el juego de la pintura, pues hace una imagen nuestra más íntegra que nosotros mismos. Luis lleva muchos años luchando por desprenderse de lo que otros buscan con ansias: su identidad. El pintar y el ponerse máscaras, permite al pintor olvidarse de lo que es y da paso al juego y a las reglas de la ficción, más disciplinadas y duras de lo que muchos se imaginan. Lo que un día para él fue la abstracción, ha ido dejando paso a las formas mundanas, obligándose a jugar nuevas partidas y, al mismo tiempo, no olvidar cuál fue su punto de origen. En este sentido, la máscara es una afirmación del sujeto en tanto que lo destruye, pues lo señala y lo aísla. Del mismo modo, reconocer las leyes de la pintura es algo que exige un compromiso fiel: a transitar caminos nuevos e inseguros. Porque Luis sabe que para jugar, hay que saber aceptar las tiradas de dados, por muy peligrosas e inciertas que sean sus combinaciones. Ábrete, Sésamo, dice, cada vez que abre el tubo de color.
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