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Empathy Problem _ Francesc Ruiz Abad 07.06.2019 - 16.09.2019
'Empathy problem' es el último e inédito proyecto del artista ampurdanés Francesc Ruiz Abad (Palamós, 1990), que muestra su obra por vez primera en Castilla y León, tras haber expuesto individualmente en Los Ángeles, París, Barcelona o La Habana.
Francesc usa el viaje como eje central de su práctica artística. Durante estos recorridos genera colecciones conformadas por archivos que posteriormente se transforman en pinturas, dibujos, publicaciones e instalaciones. El humor, la subversión y la apropiación de la cultura popular son algunos de los ingredientes que conforman su singular universo.
Empathy problem _ Jan Monegau _ Texto de la hoja de sala
08:23 a. m. Vuelvo en tren a Barcelona. La adolescente que está
sentada enfrente mío se ha pasado
todo el viaje haciéndose selfis. Pone morritos y ladea la cabeza.
Sonríe, pícara, pero entre foto y foto –y sin dejar de sostener el
móvil– baja la mirada y parece triste. ; ) ; ) ; ) ; ) ; ) ; ) ; ) ; ) ; ) ; ) ) ;
) ; ) ; ) ; ) ; ) ; ) ; ) ; ) ; ) ; No se inmuta. No dice nada. Yo tampoco. Sus
labios perfectamente perfilados son un cerrojo Los míos también.
Acunados en el suave ronroneo del tren, cruzamos miradas un instante
y luego seguimos ignorándonos en silencio, absortos cada uno en
nuestra propia interpasividad perfectamente banal. Así, curioseo
entre noticias de actualidad, entre debate electoral y debate
electoral, regodeándome desganado en los exabruptos de una sociedad
cada vez más polarizada, que no sólo muestra una falta de alteridad
y empatía sino la ausencia de una voluntad sincera de entendimiento:
cámaras de eco, filtros burbuja,
ghosting, soledad, colapso
medioambiental. Se me ocurre entonces que, de hecho, Fran me ha
ofrecido realizar un texto para una próxima exposición llamada Empathy
Problem. Consulto algunas de las imágenes que me ha mandado en
mi móvil Huawei –¡ahora, la guerra fría 2.0 también en tu bolsillo!–
y presiento que algunas podrían funcionar estupendamente como memes.
Pienso en lo que Valéry escribiera
en 1934: «Así como el agua, el gas y la corriente eléctrica vienen
ahora desde lejos a servirnos en nuestras casas, obedeciendo a un
movimiento de nuestra mano, así llegaremos a disponer de imágenes y
sucesiones sonoras que se presentarán respondiendo a un movimiento
nuestro, casi a una señal, y que desaparecerán de la misma manera».
Bueno, no sé si
ha llegado la cuarta revolución industrial, pero lo que sí ha
llegado por fin es el buen tiempo. El tren está lleno de turistas.
Fuera, el poeta dirá «en los recodos del aire, cruje la aurora
salobre». Dentro, el pasajero callará el sofoco y el embotamiento,
se cruzará de piernas y esperará en modo
standby,
como si fuera un animal rumiante.
A lado y lado de las vías, palmeras y más palmeras clavadas en
hilera. Como si esto fuera Elche. Como si fuéramos una comitiva
camino a una Barcelona tropical. En la playa, el puntillismo que
dibujan a toda velocidad las primeras toallas y sombrillas, los
niños rebozándose bajo las olas como si no hubiera mañana... La
playa, Fran se ha criado en la playa. Yo también, pero igual uno se
siente turista. Turista en todas partes. Uno piensa que, en efecto,
en un mundo cada vez más hipercomunicado, nada nos toca y el
conocimiento que tenemos unos de otros tiende a ser cada vez más
superficial, cuando no puramente anecdótico. Si Susan Sontag
atribuía al flâneur
la capacidad de empatía, a todas luces lo
que define a la condición de turista es precisamente la falta de
esta. Digo que veo la
playa a través de la ventana, pero es en el cristal donde veo
reflejada la chica de los selfis, que ahora mueve compulsivamente el
pulgar de forma característica. Yo también, reviso las imágenes que
me ha mandado Fran y pienso que
Mal d'amor podría interpretarse
como una alegoría de las ansiedades y sufrimientos que causan las
rupturas sentimentales en tiempos de Tinder. Se trata de una pintura
marcada por la distancia, por un abismo, por una falta de
comunicación que duele a lo lejos y a solas. A un lado, un
cuerpo-hematoma, manchado por una culpa ambigua, al otro esa cara de
tirar-la-piedra-y-esconder-la-mano. Un cuerpo anclado y un rostro
que se fuga, se desvanece: donde dije digo, digo Diego. Un cuerpo
marcado y un rostro que jijijiji. El cuerpo que supura y los ojos
como bolos como mazas malabares. La silueta de un cuerpo que puede
ser Havok de X-Men o de un anuncio de esos de consulte al
farmacéutico. Una onda como un muelle y una mirada cómplice: sabes
que tú también lo has hecho. Las migas marcan el camino.
El
tren para y de repente se llena de turistas, mayoritariamente
jóvenes. A los que son un poco más mayores, los reconoces por las
pintas, por el sofoco y por el rostro circunspecto mientras intentan
descifrar los horarios. Este sol de verano intempestivo es un reloj
es el tiempo imperativo que amenaza con engullirnos.
Turista.
Repasas lo planificado, vuelves una y otra vez al pequeño mapa
mental que has ido poco a poco forjando en base a las expectativas,
una cartografía de ensueño hecha toda de bruma en la que resaltan
como cromos o atalayas las experiencias únicas y originales, una
yincana de pequeñas intervenciones quirúrgicas en la cultura local
desde las que extraer estampas singulares, anécdotas increíbles,
recuerdos inolvidables. No se puede estar en todo. La buena
disposición compite con el sudor, el traqueteo y el cronómetro.
Espero que sea puntual. Fear of
missing out. Los más jóvenes
gritan y gesticulan excitados. Me siento un poco embozado (y
embarazado) aquí dentro clavado en la butaca, con la mejilla
empotrada contra la ventana. A ellos una red invisible los une y yo
estoy aparte. Una red los ata y yo contra la ventana fría.
Tú no.
Yo soy el turista. Recorriendo esta costa del Maresme, viendo
pasar de largo las ciudades dormitorio y los pueblos atiborrados de
hoteles, se me ocurre también que la metrópolis se extiende más allá
de lo que uno diría a primera vista, engullendo ciudades bosques
ríos niños piedras palmeras lagartos turistas trenes andenes...
Alrededor todo se fuga y fluctúa (y sin embargo no deja de parecerme
ajeno e inmóvil), y yo aquí clavado consumiéndome como... Candle: Una figura observa absorta algo que se nos escapa. Podría ser la tele, o un espejo. Quizás un anciano en uno de esos horribles bancos individuales de las plazas metropolitanas, o en un andén, o en un tren. Viéndo(lo) pasar. El tiempo. Una silueta recortada a contraluz. La sombra amplificada de la soledad alienada: «Or your shadow at evening rising to meet you; / I will show you fear in a handful of dust». Arendt: el crepúsculo cotidiano de nuestras vidas. El mito de la caverna. El hombre-luciérnaga. La luz, como la ansiedad, viene siempre de detrás. Sin saberlo, o quizás temiéndolo, atrapado en tu propia sombra. Yo soy tu sombra.
Creo que me he dormido. Vibra el teléfono.
Fran me ha mandado imágenes de las últimas cerámicas. Dos rostros
incompatibles que la mirada no abarca sino de perfil. Dos miradas
que no pueden cruzarse. Pienso en Jano, el dios romano, que se dice
aseguraba buenos finales. Apropiado (¿dónde el principio?). Escribo:
«En un gesto siempre afirmativo y nunca definitivo, Fran juega con
los contagios, encuentros y desencuentros que se producen en el
deambular físico y virtual para cortocircuitar el imaginario
hegemónico e interpelar al ciudadano-espectador a partir de la
incomodidad, la sospecha y la complicidad».
Los más jóvenes
son muy ruidosos, no consigo concentrarme y me clavaría el lápiz
entre ceja y ceja. En cambio, el traqueteo ahora indelicado me
zarandea de modo que voy cómicamente marcando el tempo a base de
rituales golpes cabeza-contra-cristal: «Se trata de una praxis
artística peripatética y paródica, en la que el artista, lejos tanto
de la actitud romántica del
flâneur como de la hostilidad
amable de la contrapublicidad y el
culture jamming,
se sitúa en el umbral del transeúnte-observador para levantar acta
de un mundo que se fuga. Apuntes de viaje, esbozos, obras realizadas
in situ,
una suerte de hacking
cultural fundamentado en las
contaminaciones, fakes
e insinuaciones, en los que la pintura deviene una suerte de
herramienta de investigación antropológica que problematiza los
límites de la permeabilidad cultural y cuestiona la aparente
inmutabilidad y solidez ahistórica de los imaginarios, revelando su
carácter contingente y dando lugar a una pintura reverberada, una
pintura en la encrucijada». 08:54
a. m. Mi móvil vibra nuevamente y recibo una foto desde Jordania,
una imagen en la que unas manos sostienen con cuidado un frasco en
el que está escrito: EMPATHY PROBLEM.
Eau de modernité,
parfum exotique? Jan Monegau
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