GALERÍA JAVIER SILVA

ARTISTAS /Artists

El ángulo de contacto

_ Víctor Hugo Martín Caballero

Desde el 27 de diciembre de 2024

 


 El águlo de contacto _ Andrés Carretero

 

 

Those enormous isolated power plants with their geologically-sized…

do have grand Miltonic scale and manifest bloody-mindedness

 

Reyner Banham, Scenes in America Deserta (1982)

 

 

Ha de resultar incómodo dedicarse a la fotografía hoy en día. Una testarudez manifiesta. En su época arcaica emergió como una técnica reductiva, reproductiva, que daba fiel testimonio del mundo en torno, acotándolo y aprehendiéndolo. Desde 1839, cuando se acuñó el término para designar un desarrollo todavía envuelto en misterio, mucho ha pasado. Y la imagen fotográfica devino arte, momento mimético culminante. También herramienta arqueológica, una forma de conocimiento que intensifica la memoria del pasado mientras esparce un imaginario que, paradójicamente, pertenece ya al mundo nuevo, el futuro.


Doscientos años después, Víctor Hugo Martín Caballero nos ofrece un serie de doce fotografías y dos vídeos que parecen representar, aún de manera segmentada, la obra hidráulica del Estado español, un conjunto de estructuras levantadas en hormigón para domeñar el agua, como sigue: Embalse del Arlanzón (Villasur de Herreros, Burgos, 1933); Embalse de Cereceda (Oña, Burgos, 1947); Embalse de Campillo de Buitrago (Garray, Soria, 1969); Embalse de El Atazar (El Altazar, Madrid, 1972); Embalse de Cortes-La Muela (Cortes de Pallás, Valencia, 1988); Presa de cola de Los Vados (Palacios de la Sierra, Burgos, 2021). El paneo o la vista previa de la historia, el recorrido por un pasado todavía reciente antes de que sea fijado; el reflejo de la profunda transformación del territorio durante el largo siglo XX, cuando la función invisible de los pantanos artificiales, siempre bajo el umbral, silenciada y distante, externaliza los impactos del consumo (agrologístico, energético, urbano) mediante la colonización, el diseño del medio (no urbano). Revelar, hacer visible esa función es una tarea política furtiva que nace de la experiencia con el objeto en sí.

 


Sin un afán cartográfico exhaustivo, puesto que no es un atlas para llevar el mundo a cuestas, ni estrictamente documental a lo Bernd y Hilla Becher, en tanto evita el sistematismo del plano, del blanco y negro, de la luz difusa, de la repetición propia del estudio anatómico––edificatorio––comparado, Martín Caballero selecciona vistas parciales en coloraciones azuladas, frías, perspectivas nocturnas artificialmente iluminadas que otorgan a sus imágenes una cualidad escénica oscura. Las largas exposiciones de su procedimiento evitan la aparición de la figura humana, cuya ausencia desconcierta al ojo del observador, haciendo ilegibles la escala y las proporciones de aquello que vemos.


En su “Pequeña historia de la fotografía” un precavido Walter Benjamin anunciaba los peligros de la llamada fotografía “creativa”, liberada de la utilidad (fisionómica, científica o política) que la definió en sus orígenes y sometida a los vaivenes de la moda, en confrontación con la fotografía “constructiva”, que sin duda prefería. La factura de los escenarios sci-fi que presenta Martín Caballero es más productiva que reproductiva, anti-naturalista, sin llegar a emanciparse de la función fotográfica primigenia al proyectar su mirada retrospectiva, subjetiva, sobre la tecno-industrialización del entorno. Tan constructiva como creativa, tensada en la intersección de lo natural y lo artificial, de lo ecológico y lo monumental, de lo humano y lo geológico, a la altura de su tiempo, el tiempo de la fotografía. De la presa. ¿Qué hacen las entidades no humanas en las sombras? parecen preguntarnos, mientras un remolino subsume nuestro discurso.


 

En la estasis inorgánica de estos “objetos melancólicos” con añoranza de futuro, de estas imágenes extrañas, el agua se osifica como velo o cortinaje y el hormigón testifica las huellas de una humanidad absente, incapaz de reconocer su autoría, su responsabilidad… hasta alcanzar el momento de detención, el encuentro donde la infraestructura deviene no-paisaje, el ángulo de contacto: una síntesis artificial, infiel a la naturaleza, la celebración de un arte no mimético, la construcción fotográfica de ficciones nuevas que, a partir de hoy, circulan por un mundo más que humano.

Andrés Carretero

 

 

 

 

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